Imaginemos a un viajero en el tiempo que llega del año 1912, hace tan solo 100 años lo que equivale a un suspiro en la historia de la humanidad. Nuestro aturdido "trotatiempos" se espanta al ver los automóviles y su velocidad y para evitarlos entra en un edificio enorme, blanco, con mucha gente y se pregunta qué función tiene ese lugar (es un hospital). Sigue caminando y se introduce en un laboratorio el cual es incapaz de reconocer.
Sale de nuevo a la calle y entra en un supermercado "¿qué es este sitio tan enorme y esas máquinas?" se pregunta.
Para no hacer el cuento largo, nuestro expedicionario del pasado transita por cines, edificios, el metro, fábricas, tiendas de videojuegos, oficinas y, ofuscado y pasmado, se cuestiona qué es todo aquello.
Finalmente penetra en un edificio grande con muchas puertas, se introduce en una de las habitaciones y feliz y complacido exclama: "¡Por fin un sitio que reconozco! ¡Es un salón de clases!"
